5 mar 2017

TERRORES INFANTILES



Hay una etapa en la vida de muchos niños que se suele denominar “miedos o terrores infantiles”. Generalmente van siempre asociados con el miedo a la oscuridad y con la aparición de monstruos ficticios que los niños y niñas creen ver en sus ámbitos cercanos: bajo la cama, en los armarios de las habitaciones en las que duermen, en los rincones oscuros de pasillos o dormitorios…

El origen de los mismos es incierto aunque muchas veces está relacionado con cuentos que se les han contado, o con  imágenes que han visto y han reinterpretado de manera negativa y aterradora.

Yo fui uno de esos niños.

Durante un periodo relativamente corto, no mucho más allá de un par de meses, fui sujeto de terrores infantiles, y todo a resultas de la visión de una película. Me explico:

De chaval, con 6-7 años, mi amona me solía llevar los domingos por la tarde al cine a “Los Luises”, una especie de local parroquial en el que se proyectaban películas de todo tipo -vaqueradas, de romanos, de risa (Charlot, el Gordo y el Flaco, Abot y Costello), “españoladas”- pero también alguna que otra “de miedo”. 
Y fue precisamente una de estas, “El monstruo de la Laguna Negra, la que hizo surgir en mí los terrores infantiles.


Cartel original de la película "El monstruo de la Laguna Negra".
En aquella época, yo prácticamente todos los días iba a cenar a casa de mi amona que vivía en el cuarto piso de un edificio antiguo, con un portal oscuro, unas escaleras de madera con una iluminación escasa por las bombillas de poca potencia y que, además, tenía las escaleras de acceso a las buhardillas –sin iluminación-  al lado de la entrada a la casa de la amona. ¡Para qué más!

Yo presentía, me imaginaba, sentía, al acecho al monstruo del lago queriéndome atrapar con sus garras, surgiendo de las oscuridades, en cualquier esquina, de tal manera que era incapaz de subir por las escaleras, así que asomándome al portal llamaba a voz en grito a mi amona para que bajase a acompañarme a subir hasta el cuarto piso.

Ya digo que fue un periodo que duró un par de meses o así, pero que fue totalmente vívido para mí y muy desazonante además.
¡Y todo por una película!

De todas formas, y quizás precisamente por ello, desde entonces he sido, y soy un gran aficionado al cine de terror, ¡que además no me quita el sueño!
Así que el otro día cuando trasteando por Internet, me topé con la película en cuestión, “El monstruo de la Laguna Negra, no dudé en bajármela y la he vuelto a ver.

Hay que tener en cuenta que la veía indudablemente desde otra perspectiva completamente distinta -han pasado más de 50 años-, pero me ha parecido que el monstruo que me aterrorizó “no daba la talla” en comparación con los que he visto posteriormente en muchas otra películas, pero… los terrores infantiles, ya se sabe,  cosas de niños, ¡ya!

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